jueves, 17 de mayo de 2012

Grau, Maeda y Mandelbrot, Realidad virtual


 
Al leer Virtual Art pienso en el primer hombre que habitó en la tierra. No pienso en su vida, no me pregunto por qué lugares anduvo, o con cuántos simios estaba emparentado. Cuando lo imagino pienso más bien en el primer techo que lo abrigó de la noche primitiva.

Tal vez el primer techo no eran más que las crestas de los árboles vistas desde abajo, un abrigo que marcaba la distancia entre las inclemencias del clima y el sentimiento más antiguo del hogar.

Probablemente las cuevas fueran un modelo más sofisticado o acogedor que el techo de los árboles. El punto es que al mismo tiempo que se  abrigaba del mundo natural, el hombre sumergía todos sus sentidos en una nueva realidad enclaustrada, cuyo origen había partido  del mundo exterior. Basta mencionar las representaciones de animales de caza hechas por el hombre en las cuevas de Lascaux para demostrar que un espacio techado es comparable a la percepción del hombre sobre el mundo, es decir, un lugar finito espacialmente e infinito en el dominio de la imaginación.

Son varias las características que comparten los espacios de ilusión inmersiva mencionados por Grau. La primera, como lo he mencionado, es el espacio cerrado, desligado de todo lo que lo rodea. La segunda sería la forma de representación que contienen. Se puede deducir que desde los frescos del Renacimiento hasta la cabina del Sensorama, entre más “real” es la representación, más creíble resulta la ilusión.


La tercera característica es que la realidad virtual permite eludir las leyes de la realidad original y desarrollarse dentro de las propias. Creo que en éste punto es importante hablar sobre las Ted Talks de Mandelbrot y de Maeda. El primero hace una breve descripción de los fractales, que son a grandes rasgos  la parte mínima que repetida en sí misma compone a un ente mayor. De la misma manera en que el átomo constituye a la materia del universo, en la realidad virtual es posible justificar un universo artifical cuyo principal componente es no ya el átomo, sino el píxel, el cual funciona bajo leyes que eluden en última instancia al mundo físico y podría decirse, determina la leyes de su propio universo.

De la misma forma que no podemos ver los átomos a ojo desnudo en la realidad, tampoco podemos ver (y esto sólo aplica para las realidades virtuales cuyo objetivo es imitar a grados muy refinados a la realidad), a los pixeles. Por supuesto sería estúpido asumir que el estar lo más cerca posible del componente del universo simplifique su naturaleza, cuando en realidad sólo simplifica superficialmente su entendimiento. En otras palabras, la simplicidad no es sino una forma de aproximarse a lo complicado y no es en sí misma simple. 


Es claro que el desarrollo/perfeccionamiento de los medios de producción y de difusión van ligados de la mano con la capacidad de generar credibilidad sobre el espectador. Me gusta pensar que al igual que las pinturas rupestres de Lascaux, la realidad virtual generada con los nuevos medios es un testimonio cada vez más vívido de la acción humana, y me pregunto cuál de los dos es el más frágil, si Lascaux es víctima de factores naturales, el segundo será indudablemente víctima de la obsoletización de su medio, a saber cuál de las dos realidades será la primera en dejar de exitir.


jueves, 3 de mayo de 2012

Ted Talk con Maeda y Mandelbrott

Llevo varios minutos que duran la imbecilidad de eternos. No he podido escribir nada respecto a la conferencia de Maeda.

Sigo pensando en los libros que compré hoy no sin cierta culpa de haber gastado dinero que más tarde... la historia de siempre. Tengo a Kerouac entre las manos. Leo las primeras líneas de Tristessa. "Estoy con Tristessa en un taxi, borracho, con una enorme botella de whisky Juárez que guardo en una de las bolsas de mi mochila ferrocarrilera...". Cuánto me ha costado volver a encontrar éste libro extraño. Los días de Kerouac en la Ciudad de México. Recuerdo el nombre de las calles, la nariz rosada del pequeño gato Tatagata, la colchoneta en el cuarto de azotea, la plaza de las Vizcainas, la cintura de Tristessa. Quisiera que fueran mis recuerdos. A veces vago por las mismas calles soñando que he vivido esa vida simple, dolorosa, estúpida, bella.

Me pregunto con qué vida soñaba Kerouac. Imagino que sería con la de Thoreau, dejarlo todo, vivir en el bosque en una casa que se ha construido de su propio puño con los mínimos materiales y las comodidades justas para no olvidar quizá cuán sencilla puede ser la vida.

No es cierto. Es una tontería concluir así. No es sencillo vivir en la naturaleza, tampoco la vida. Me pregunto con qué loco soñaba Thoreau, tengo el vago recuerdo de que era con algún santo lunático. ¿Algún San Francisco interprete de las lenguas animales? ¿Y él con quién soñaba? ¿Hasta dónde se remonta el primer sueño de volver a la naturaleza?